Volver al Blog

Por qué programar en pijama no es tan genial como pensé

Por qué programar en pijama no es tan genial como pensé

Llevo 95 días trabajando desde casa y tengo una confesión incómoda: he programado landing pages y anuncios para FB en pijama más días de los que me atrevo a contar. Al principio se sintió como el sueño de todo developer - máxima comodidad, cero protocolo social, libertad total. Ahora entiendo por qué mi productividad se fue al carajo gradualmente.

Resulta que hay una diferencia abismal entre estar cómodo y estar demasiado cómodo. Y esa línea se cruza exactamente cuando llevas 48 horas en la misma ropa interior.

El espejismo de la comodidad absoluta

Los primeros días de cuarentena fueron gloriosos. Despertarme, tomar café, abrir la laptop y programar en pijama se sintió como vivir en el futuro. Sin tráfico, sin vestirse, sin fingir que me importan las reuniones matutinas. Solo yo, mi código, y la comodidad suprema de ropa diseñada para dormir.

"¿Por qué nadie me dijo que trabajar desde casa era tan genial?", pensé mientras sacaba la segmentación para un anunción de autos mientras estaba en pantalones de calentador a las 10 AM. Me sentía como si hubiera descubierto un hack de vida que toda la humanidad había pasado por alto.

Tres meses después, me doy cuenta de que no era un hack de vida. Era una trampa disfrazada de comodidad.

Cuando tu cerebro confunde trabajo con descanso

Aquí está el problema que nadie te cuenta sobre trabajar en pijama: tu cerebro no logra distinguir entre modo trabajo y modo descanso. La pijama es uniforme de relajación, de no hacer nada productivo, de estar en modo standby.

Es como tratar de programar sin café o sin Red Bull. Técnicamente puedes hacerlo, pero algo fundamental no está funcionando. Tu mente no recibe las señales correctas para activar modo productivo. Estás físicamente presente pero mentalmente en neutral.

He notado que mis mejores ideas llegan cuando estoy vestido apropiadamente. Cuando me pongo una camisa real, jeans reales, zapatos reales, mi cerebro automáticamente cambia a "modo trabajo". Es pavloviano (ya sabes, como cuando los perros empezaban a babear solo porque sonaba la campanita.) y funciona.

La higiene como ritual de productividad

Aquí viene la parte vergonzosa: he pasado días enteros sin ducharme. "Total, nadie me va a ver", me justificaba mientras abría VS Code con el pelo grasoso y olor corporal cuestionable. "Solo voy a terminar esta función, armo la landing y después me baño".

Pero "después" nunca llegaba. Una función se convertía en refactoring completo, el refactoring se convertía en feature nuevo, y antes de darme cuenta había pasado 48 horas sin agua y jabón básicos.

La ducha matutina no es solo sobre higiene - es ritual de transición. Es el momento donde tu mente se prepara para ser productiva, donde lavas la pereza del día anterior y empiezas fresco. Sin ese ritual, mi día nunca comenzaba realmente.

El síndrome de la comodidad excesiva

Trabajar en pijama gradualmente me volvió más flojo en todo. Si no me importaba vestirme, ¿por qué me iba a importar arreglar mi cama? Si no me importaba arreglar mi cama, ¿por qué me iba a importar limpiar mi escritorio? Si mi escritorio era un desastre, ¿por qué me iba a importar escribir código limpio?

Es un efecto dominó de mediocridad. La comodidad excesiva en una área de tu vida infecta todas las demás. Mi código empezó a verse tan descuidado como mi apariencia.

También afectó mi disciplina mental. Cuando estás demasiado cómodo físicamente, es más fácil procrastinar, más fácil distraerte, más fácil justificar "solo 10 minutos más" en YouTube que se convierten en dos horas.

La psicología del cambio de ropa

Hay algo poderoso en el acto físico de cambiarse ropa para trabajar. Es declaración de intenciones, preparación mental, ritual que separa tiempo personal de tiempo profesional. Incluso si tu "oficina" está a cinco metros de tu cama.

Cuando me pongo ropa de trabajo (aunque sea jeans y camiseta), mi postura cambia. Me siento más derecho, pienso más claro, tomo decisiones más rápido. Es como si la ropa le dijera a mi cuerpo: "es hora de ser productivo".

En pijama, me desplomo en la silla, mi postura es horrible, mi energía es baja. Mi cuerpo está enviando señales de relajación a mi cerebro cuando necesito señales de activación.

Videollamadas: el momento de la verdad

Las videollamadas con jefes se volvieron ejercicios de pánico. "Mierda, tengo reunión en 5 minutos y parezco vagabundo", me decía mientras buscaba desesperadamente una camisa que no estuviera arrugada en el piso.

Desarrollé técnicas ninja para cambiarme de pijama a ropa presentable en tiempo récord. Pero siempre había algo que me delataba - pelo despeinado, barba descuidada, ese look general de "acabo de despertar aunque sean las 3 PM".

Mis jefes nunca dijeron nada, pero podía ver en sus caras esa expresión de "¿este tipo está bien?". No proyectaba profesionalismo, proyectaba que había abandonado la vida.

El experimento del cambio

Hace dos semanas decidí hacer un experimento. Todos los días, sin excepción: ducha matutina, ropa real, zapatos reales. Incluso si no tenía reuniones, incluso si nadie me iba a ver, incluso si era sábado.

Los resultados fueron inmediatos y dramáticos. Mi productividad se disparó. Mi código mejoró. Mi energía aumentó. Terminé proyectos que había estado postponiendo por semanas. Es como si hubiera desbloqueado una versión mejorada de mí mismo.

También mejoró mi estado mental. Me sentía más profesional, más capaz, más en control. El simple acto de vestirme apropiadamente me hacía sentir que tenía mi vida organizada, incluso cuando no era cierto.

El balance perdido

Antes de la cuarentena, tenía rutinas claras que separaban trabajo de descanso. Vestirme para la oficina era preparación mental, cambiarme al llegar a casa era descompresión. Esas transiciones eran importantes y no me había dado cuenta.

Trabajar desde casa eliminó esas transiciones bruscamente. De repente, todo era un continuum borroso donde trabajo y vida personal se mezclaban sin límites claros. La pijama se volvió símbolo de esa confusión.

Ahora entiendo que las rutinas "innecesarias" del trabajo presencial no eran tan innecesarias. Eran estructuras que ayudaban a mi cerebro a funcionar mejor, marcos que organizaban mi día y mi energía mental.

Lecciones de comodidad mal entendida

La comodidad real no es estar en pijama todo el día. La comodidad real es sentirte bien contigo mismo, productivo, organizado. Es tener rituales que te preparen para el éxito, no que te condenen a la mediocridad.

También aprendí que la disciplina en cosas pequeñas (como vestirse apropiadamente) construye disciplina en cosas grandes (como escribir código de calidad). No son eventos separados - están conectados psicológicamente.

Y descubrí que "nadie me va a ver" no es justificación válida para descuidarse. Yo me veo, y mi opinión sobre mí mismo afecta todo lo que hago. Si no me respeto lo suficiente para vestirme decentemente, ¿cómo voy a respetar mi trabajo?

La nueva rutina post-pijama

Ahora tengo reglas estrictas: ducha todas las mañanas, ropa real todos los días, zapatos incluso si no salgo de casa. Suena ridículo, pero funciona. Mi mente distingue claramente entre tiempo de trabajo y tiempo de descanso.

Los fines de semana sí uso pijama, pero solo después de "cerrar oficina" mentalmente. Es recompensa, no default. Y cuando llega lunes, cambiarme a ropa de trabajo es señal clara de que empezó nueva semana productiva.


Tres meses de cuarentena me enseñaron que la libertad total puede ser prisión disfrazada. A veces las estructuras que parecen restrictivas son las que realmente nos liberan para ser productivos.

El trabajo remoto llegó para quedarse, pero eso no significa que tengamos que abandonar todos los rituales que nos hacen funcionar bien. Vestirse apropiadamente no es vanidad - es herramienta de productividad que estaba subestimando.

Ahora, si me disculpan, tengo que ir a ducharme y ponerme ropa real. Tengo código que escribir, anuncios que publicar y quiero que mi cerebro sepa que va en serio.

C

Sobre Carlos Donoso

Full Stack Developer y AI Engineer apasionado por crear soluciones innovadoras. Me especializo en desarrollo web moderno, inteligencia artificial y automatización. Comparto conocimiento para ayudar a otros developers a crecer en su carrera.

Comentarios

Comparte tu opinión

0/1000 caracteres

No hay comentarios aún

Sé el primero en compartir tu opinión sobre este artículo.

¡Enlace copiado al portapapeles!